Pajita Tox estaba en Estados Unidos, trabajando como siempre.
Yo, en un momento de debilidad, metí a alguien a nuestra casa, convencida de que nadie lo sabría.
Pero me equivoqué.
El teléfono sonó, y su voz al otro lado fue fría como nunca: ”¿Quién es ese hombre? Lo vi por las cámaras. Quiero conocerlo.”
Intenté negarme, justificarme, pero su silencio lo decía todo. ”¿Esto haces mientras yo me parto el alma por nosotros?”, fue lo último que escuché antes de que colgara.
Ese día lo perdí todo, y su mirada desde la pantalla será el recuerdo de mi peor error.